domingo, 24 de enero de 2010

Actualidad científica sobre plantas medicinales (Parte 1)

Artemisia annua L.,
la solución botánica contra la malaria

La revista Science ha publicado recientemente la obtención del mapa genético de esta planta, Artemisia annua, de la familia de las Compuestas o Asteraceae. La importancia de esta especie vegetal como planta medicinal es conocida desde muy antiguo y por ello existe mucha información al respecto. Los chinos han usado esta planta desde hace miles de años para curar diversas enfermedades, entre las que se encuentra la malaria. De hecho, el principio activo que se obtiene de esta planta es actualmente el principal fármaco usado para combatir la malaria. Y, aunque este hecho por sí solo es suficiente para destacar su importancia, hay que señalar que también se han encontrado en dicho principio propiedades anticancerígenas, por lo que puede tener un papel interesante en oncología. Su eficacia también se extiende a enfermedades producidas por parásitos no relacionados filogenéticamente con Plasmodium falciparum, el protozoo causante de la malaria, como la esquistosomiasis. Además, se ha demostrado en estudios in vitro que también tiene propiedades antivirales ya que es capaz de reducir las tasas de replicación de los virus causantes de la hepatitis B y C, de algunos herpesvirus humanos, del HIV-1, y del virus de la gripe A. También se le han conocido propiedades antifúngicas y potencial curatorio de artritis reumatoide, síndrome nefrítico, pancreatitis y nefritis lupus (Referencia). Vamos, que el principio activo de Artemisia annua es, en su conjunto, una pequeña panacea. Incluso ya hay quien empieza a comparar el uso que de él se pueda hacer con el del ácido acetil salicílico.

¿Cuál es este principio activo tan maravilloso?

Se conoce con el nombre de artemisina y es una sesquiterpen-lactona con un enlace endoperóxido, de modo que la estructura básica es de un anillo orgánico heptagonal unido a dos anillos hexagonales. Y, sin duda, por lo que es más conocida la artemisina es por ser usada como fármaco contra la malaria, una enfermedad sobretodo de países pobres que sigue ocasionando de 300 a 500 millones de nuevas infecciones cada año y más de un millón de muertes al año en todo el mundo. Los tratamientos actuales han dejado de ser monoterapias de artemisina para convertirse en ACTs ("artemisinin combination therapies") o terapias que combinan la artemisina con otros fármacos a fin de evitar la aparición de resistencia del parásito a la artemisina. De hecho, la resistencia del parásito ya ha sido confirmada recientemente en el oeste de Camboya. Se espera que la demanda de ACTs se incremente enormemente en el corto y medio plazo y, sin embargo, existe una gran preocupación por que la cadena de suministro no sea capaz de producir la cantidad suficiente de artemisina de alta calidad. Por todo ello, tanto la "Fundación Bill y Melinda Gates" como la sociedad internacional público-privada "Medicines for Malaria Ventures" han dado un sólido respaldo financiero a la investigación orientada a solucionar el problema de salud que constituye la malaria. La investigación sigue tres estrategias diferentes que tienen a la artemisina como base:

1) Por un lado, se pretenden desarrollar peróxidos sintéticos similares a la artemisina fáciles y baratos de obtener y que no tengan resistencia cruzada con otros fármacos. Aunque se han creado y probado numerosos compuestos sintéticos sólo unos pocos han sido estables, administrables de forma oral y eficaces en modelos animales. Sin embargo, los ensayos iniciales respecto a su eficacia clínica no han sido satisfactorios hasta ahora.

2) Por otra parte, se ha tratado de producir artemisina recombinante en sistemas bacterianos o en levaduras, proceso de momento exitoso en el que aún se sigue trabajando.

3) La tercera estrategia está basada en la innovación tecnológica en la producción agrícola a fin de obtener plantas de Artemisia annua que contengan mayor cantidad del principio activo artemisina. Precisamente, el reciente artículo aparecido en Science pone los cimientos del futuro proceso de mejora vegetal que permitirá la obtención de variedades de A. annua que acumulen los genes responsables de la síntesis y acumulación de la mayor cantidad posible de artemisina.

La artemisina se produce y acumula en la planta en unas estructuras localizadas en la superficie de las hojas que se conocen como tricomas glandulares y que crecen hacia afuera como pelos con cabeza globular. Como el pelo es muy corto se reducen prácticamente a la cabeza globular formada por una media docena de células. Según ello, las plantas más deseables, según nuestro interés, serán aquellas que acumulen la máxima cantidad de artemisina en cada tricoma glandular, que tengan la mayor densidad de tricomas glandulares (número de tricomas por cada milímetro cuadrado de hoja), que tengan las hojas más grandes o con mayor superficie, y que tengan el mayor número de hojas. Está claro que, por tanto, trataremos de seleccionar las plantas más frondosas y de mayor altura y, por tanto, de mayor cantidad de biomasa o peso fresco que produzcan la mayor cantidad de artemisina por unidad de peso.
Un primer paso hacia la mejora vegetal
de Artemisia annua
A lo largo de la historia, la mejora vegetal (y también la animal) ha consistido en buscar parentales que reunieran la mayor cantidad posible de características deseables. Dichos parentales se cruzaban entre sí tratando de obtener, posteriormente, descendientes que acumularan la mayor parte de esas características. El proceso ha funcionado bien desde que el hombre se hizo agricultor (y ganadero) pero es un proceso lento ya que la acumulación de las características deseables no se suele conseguir con un solo cruce. Lo normal es que con las características deseables se hereden otras menos deseables que se han de ir eliminando con sucesivos cruces con parentales que no tengan esas características menos deseables. Además, la evaluación simultánea de todas las características deseables a veces resulta complicada, costosa y lenta. En el caso concreto de A. annua, si deseamos evaluar el contenido en artemisina de una planta, debemos esperar a que ésta sea adulta, lo que consume espacio y recursos. La genética ha aportado herramientas muy valiosas para la mejora vegetal facilitando el proceso de selección, abaratándolo y acortándolo considerablemente. ¿Cómo? Determinando qué genes o zonas del genoma se heredan conjuntamente, es decir, cosegregan con los caracteres deseables, en nuestro caso con una mayor proporción de artemisina. De este modo, sólo tenemos que comprobar si las plantas de A. annua contienen esos genes. Lo interesante es que esta información se puede obtener cuando la planta es muy pequeña porque necesitamos muy poco tejido. Sólo si el resultado es positivo, es decir, la planta contiene genes determinantes de un mayor contenido en artemisina, dejamos que se haga adulta para recoger sus semillas. Estamos seguros de que la planta adulta tendrá varias de las siguientes características: planta alta y frondosa con muchas hojas, hojas de gran superficie, muchos tricomas glandulares por unidad de superficie de hoja, y mucha artemisina acumulada en cada tricoma. En caso contrario, es decir, si la planta no contiene los genes necesarios (la información necesaria) para dar lugar a plantas deseables, nos deshacemos de ella cuando aún es muy pequeña. De este modo evitamos un enorme gasto de espacio y recursos en plantas que no nos van a permitir seguir avanzando en el proceso de selección de variedades con mayor contenido en artemisina y que, a la postre, tendremos que rechazar.
El plan expuesto parece muy sencillo. No obstante, hay que salvar un escollo inicial muy importante: las herramientas genéticas. Éstas son muy útiles cuando existen. El problema es que a veces no existen y hay que crearlas, especialmente en el caso de plantas de uso específico y minoritario, como A. annua. No estamos hablando del arroz o del trigo, que contienen el almidón del que se alimenta casi toda la humanidad, sino de una planta de aprovechamiento menor, aunque produzca un principio activo muy importante como la artemisina. No hay que olvidar que el desarrollo de herramientas genéticas es siempre costoso. Pues bien, los firmantes del artículo de Science han dado el primer paso al frente en el desarrollo de tales herramientas.
A partir de ahora, aquéllos que lo deseen podrán hacer uso de esas herramientas para obtener variedades mejoradas de A. annua. Concretamente, han localizado en el genoma de la planta (genoma que consta de 2n=18 cromosomas) las zonas en las que se encuentran los genes determinantes de la producción de artemisina y metabolitos relacionados, de la densidad de tricomas en las hojas, del tamaño de la hoja, y de la altura de la planta. Aún no se sabe cuáles son todos y cada uno de esos genes pero sí se conoce la zona en la que se encuentran y cómo localizarla por medio de marcadores moleculares. Al proceso de descubrimiento de estas zonas del genoma se le denomina mapeo. El resultado finalmente obtenido es un mapa de los cromosomas de la planta donde se señalan las zonas dentro de las que están los genes que codifican o llevan información para la expresión de los caracteres deseables. Tales zonas se denominan QTLs o "quantitative traits loci", lo que podríamos traducir por regiones del genoma que contienen información genética para la codificación de caracteres o rasgos cuantitativos como la cantidad de artemisina que produce una planta. Por supuesto, cada QTL contribuye con su información proporcionalmente en la producción de la artemisina total. Algunos QTLs contribuyen en una mayor proporción que otros y, por ello, son más decisivos y los primeros que se han de acumular en las variedades mejoradas. También figuran en el mapa los marcadores moleculares asociados a dichas zonas, de modo que observando que se han heredado los marcadores podemos concluir que se han heredado las QTLs y, por tanto, los genes deseables que se encuentran dichas QTLs. En este trabajo los marcadores moleculares identificados son cambios de una única base en la secuencia de ADN de los cromosomas, secuencias cortas repetidas, e inserciones/deleciones de secuencia.
Materiales y métodos empleados: La variedad de A. annua empleada para hacer el estudio mostrado en Science es Artemis, una variedad híbrida desarrollada por Mediplant (Conthey, Suiza) y líder del mercado en la producción de artemisina. La semilla de Artemis se obtiene cruzando dos parentales hetrocigóticos y genéticamente distintos denominados C1 y C4 que, a su vez, se mantienen de forma vegetativa. Merced a estos parentales es posible establecer mapas de asociación basándose en los datos derivados de una población de 242 descendientes.

viernes, 8 de enero de 2010

Plantas con las que trabajamos (Parte 1)

La primera pregunta que la gente te hace cuando dices que vives o sobrevives de la investigación es en qué campo o área de conocimiento estás trabajando. Cuando respondes que con plantas la pregunta siguiente suele ser si estás sacando un trigo más productivo, unos melones más gordos, tomates más sabrosos, rosas más olorosas y vistosas, pipas light, etc... Todo esto está relacionado con la ciencia aplicada que, sin duda, es importantísima. Ahí afuera están esperando más de seis millones de personas dispuestas a engullir, a mejorar su salud o su calidad de vida, y las plantas son fundamentales para ello. La ciencia aplicada es la parte más vistosa de la investigación pero, a su vez, es la punta del iceberg. Por debajo de ésta se encuentra la ciencia básica, la que sirve para analizar en detalle los distintos procesos del desarrollo de las plantas, de la acumulación de metabolitos, de la respuesta de las plantas al medio ambiente, a los patógenos, etc... En defintiva, la que apuesta por el conocimiento en sí mismo. A largo plazo este conocimiento se convierte en el cimiento de numerosas aplicaciones, algunas de las cuales ni siquiera podemos intuirlas actualmente. Sin embargo, la investigación que genera beneficios a largo plazo es más difícil de financiar, claro, por eso depende en gran medida de las instituciones públicas o, dicho de otro modo, la pagamos entre todos con nuestros impuestos. Por eso me ha parecido muy interesante presentaros la planta que más se utiliza en la investigación básica, para que sepáis con qué especie vegetal se usan mayoritariamente nuestros recursos, los de todos los contribuyentes.

Arabidopsis thaliana
(L.) Heynh



Etimología: Arabidopsis (= que se parece a Arabis, nombre con el que la clasificó inicialmente C. Linneo) thaliana (= en honor al médico alemán Johannes Thal que la descubrió) .

TAIR: The Arabidopsis Information Resource, principal base de datos de Arabidopsis.

Ésta es la planta estrella de la investigación básica, Arabidopsis thaliana, más conocida entre nosotros como Arabidopsis. Cuando digo nosotros me estoy refiriendo a los que vivimos de la investigación y, desde este momento, también a todos los que os habéis animado a leer este blog. Ya sé que, aunque hay muchos hierbajos por el campo que "se dan un aire", casi nunca nos hemos fijado en esta planta. No aparece en las floristerías, aunque bien cuidada tiene su puntito estético, ni nos la comemos (nosotros los humanos, porque hay un montón de insectos y otros seres vivos, como veréis, que la consideran un auténtico festín), pero es una planta ideal para averiguar muchas cosas de la fisiología, el desarrollo, la ecología, y la genética evolutiva de las plantas. Muchas de las razones de tipo práctico que la convierten en esa planta ideal son su pequeño tamaño, lo rápidamente que completa su ciclo (en dos meses podemos recoger las semillas), el elevado número de descendientes que se obtienen de una sola planta, es fácil de cultivar, su genoma es uno de los más reducidos y se conoce completamente desde hace casi diez años, se pueden integrar genes propios o extraños con facilidad, como veremos, y disponemos de gran número de líneas mutantes. Por todo ello A. thaliana es una herramienta esencial de la biología molecular de plantas compartida por los investigadores de todo el mundo. Sin embargo, a pesar de su importancia, puedo constatar que muchos de los estudiantes que salen de las escuelas de Agrónomos no la han visto en su vida. Como mucho les hablaron de su existencia en la asignatura de Botánica y saben a qué familia pertenece, les suena, pero verla de cerca, lo que se dice verla... y, lo que es peor, reconocerla... Arabidopsis es al reino vegetal lo que los ratones o la mosca de la fruta son al reino animal, la planta modelo con la que experimentar. Curiosamente en inglés también se conoce como "mouse-ear cress". "Mouse-ear" es la metáfora que hace referencia a la forma de las hojas de orejas de ratón. Aunque esto último sea opinable, lo cierto es que nuevamente sale el término ratón predestinando a esta planta a ser nuestro "ratón" de experimentación, es decir, el primer escalón por el que iniciar el ascenso para desentrañar una realidad compleja.

¿Qué plantas más conocidas por nosotros son sus parientes próximos?

Arabidopsis pertenece a la familia Brassicaceae, antes conocidas como Crucíferas porque las flores tienen cuatro pétalos dispuestos en forma de cruz. El término Brassicaceae deriva de uno de los géneros incluidos en la familia, el género Brassica. Este género engloba varias especies, entendiendo por tales a aquellos individuos similares que se pueden reproducir entre sí. Las especies del género Brassica son muy importantes para nosotros desde el punto de vista económico ya que las usamos como verduras, oleaginosas, especias, o incluso como ornamentales. Brassica oleracea incluye los cultivares de diferentes tipos de coles, coles de Bruselas, repollo, lombarda, brécol, coliflor, etc..., , Brassica napus la colza y el nabo, y Brassica nigra la mostaza negra. Otros géneros interesantes dentro de la familia Brassicaceae son Raphanus (rábano), Sinapis (mostaza blanca), Erysimum (=Cheiranthus) y Matthiola (alhelíes). Usar los alhelíes como ornamentales es bastante común pero seguro que os ha llamado la atención ver en los jardines de noviembre y diciembre a plantas que parecen lombardas o pequeños repollos. A mí nunca se me hubiera ocurrido usar las Brassica como ornamentales pero curiosamente quedan muy bien. En la foto podéis ver cómo una Brassica ha acompañado a Poinsetia (Euphorbia pulcherrima) en mi decoración navideña de este año.






¿Dónde vive Arabidopsis? ¿Se encuentra en España?

Arabidopsis se distribuye geográficamente por todo el mundo siendo Europa y Asia Central su ámbito de partida, desde el que se ha extendido al resto del mundo mediante la progresiva dispersión natural a veces con influencia antropogénica. El centro de origen aún no se conoce pero podría ser Asia Central, Europa o el Norte de África. Hasta hoy se han recolectado numerosas poblaciones naturales en todo el mundo con las que se ha estudiado la variabilidad genética de la especie a escala mundial y regional (Norte de Europa, Francia, Asia Central, China, Japón y Norteamérica). En la Península Ibérica también se ha realizado recientemente este estudio por el grupo del Dr. Carlos Alonso del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) partiendo de 100 poblaciones naturales que cubren toda la Península, desde el Atlántico al Mediterráneo. De este modo han demostrado que la diversidad genética de A. thaliana sigue un patrón geográfico definido y que existen cuatro grupos genéticos separados espacialmente. Sus resultados indican que la población estuvo aislada en el pasado, probablemente durante la glaciación del Pleistoceno. La Península Ibérica forma parte del área de mayor biodiversidad de toda Europa, la cuenca mediterránea, que ha sido uno de los más importantes refugios glaciales del Pleistoceno para muchas especies animales y vegetales del subcontinente europeo. Una vez pasada la época glacial la población aislada en la Península Ibérica colonizó Europa. No obstante, los cuatro grupos deducidos sugieren la existencia de múltiples refugios glaciales en la Península que han contribuido de forma diferente a la colonización postglacial de Europa. Para profundizar

¿Cómo cultivamos esta planta en un centro de investigación?

Básicamente contamos con dos tipos de instalaciones:

1) Por un lado están los invernaderos de paredes y techo acristalados, que funcionan en esencia como los invernaderos que hayáis podido ver para cultivar productos de huerta. En la foto se muestra el interior de un módulo de invernadero separado por cristales del siguiente módulo a la derecha. Las plantas van dispuestas sobre una plataforma elevada aproximadamente un metro sobre el suelo. En los invernaderos se mantiene una temperatura y aireación adecuada para el crecimiento de las plantas a lo largo de todo el año, y se compensa con electricidad la falta de luz durante los días cortos y tristes del invierno. El problema puede aparecer cuando, por alguna razón, queramos crecer nuestras plantas con un número de horas de luz y de oscuridad, es decir, con un fotoperíodo, diferente al que existe en la calle en una fecha concreta del año y esto no se pueda arreglar con una lámpara. Está claro que para solucionar este problema deberemos contar con otro tipo de instalaciones aisladas donde las condiciones de crecimiento de las plantas se puedan controlar de forma mucho más rigurosa.



2) Este segundo tipo de instalaciones son las cámaras climáticas (fitotrones si no se puede entrar dentro). Con ambos podemos regular la duración del día y de la noche, la intensidad de la iluminación durante el día, y la humedad del ambiente dentro de la misma. Está claro que son un invento estupendo sin el cual no podríamos hacer muchos de nuestros experimentos, pero es cierto que muchas veces son también nuestra pesadilla, especialmente cuando se averían durante el fin de semana y se quedan las plantas a oscuras con una temperatura muy alta o muy baja hasta que la cámara se repara. En ese "fin de semana de la muerte", como lo define muy gráficamente uno de mis colegas, el experimento se arruina. Cosas del oficio...





Respecto al cultivo de nuestras plantas he de subrayar que, a diferencia de los invernaderos de hortícolas, nosotros no cultivamos nuestras plantas en el suelo ni en el invernadero ni en las cámaras climáticas. Queremos tener el máximo control sobre las condiciones de crecimiento, lo que también incluye al medio ambiente de la raíz, además podemos necesitar desplazarlas y, finalmente, desearemos deshacernos de forma segura de todos los restos una vez terminado el experimento y si están en el suelo es más complicado. Por todo ello siempre utilizamos recipientes o tiestecitos. Incluso disponemos de cámaras climáticas donde las plantas crecen en esterilidad dentro de una placa de Petri. A este tipo de cámaras las denominamos cámaras de cultivo "in vitro". Esto nos permite establecer dos formas claramente distintas de cultivar plantas:

1) En tierra, ya sea en invernadero o en cámara climática. En este caso, los recipientes que utilizamos son tiestos y bandejas de alveolos para disponer una planta en cada alveolo. En la foto inferior se pueden observar plantas que crecen en tierra en bandejas de alveolos en cámara climática. Respecto al substrato que va a servir de soporte para el crecimiento de las plantas, normalmente usamos una mezcla de tres partes de tierra con una de vermiculita. De la tierra se va a nutrir la planta, la vermiculita es un subtrato inerte y, por tanto, no nutritivo que sirve para aligerar la tierra y evitar su compactación. En muchas de las plantas de jardinería que se compran con cepellón en lugar de vermiculita se usan bolitas blancas de poliestireno con la misma función. La proporción de tierra y vermiculita puede variar según el experimento. Incluso se puede llegar al caso extremo de que todo sea vermiculita y no haya tierra, en tal caso los nutrientes habrán de aportarse mediante la solución de riego y nos encontraríamos frente a lo que se conoce como cultivo hidropónico.

2) "In vitro", en cámara climática. Tal como he señalado antes, en este caso empleamos como recipiente de crecimiento placas de Petri de plástico redondas (de 90 y 140 mm de diámetro) y cuadradas (de 120mm de lado). El substrato de crecimiento es un medio de crecimiento sólido (gracias al agar) que contiene todos los nutrientes y, en su caso, hormonas y/o antibióticos que la planta necesita en ese momento de su desarrollo. Estos recipientes permiten el crecimiento de las plantas en esterilidad, por ello están bien cerrados aunque no herméticamente ya que deben permitir el paso del aire, de ahí que la cinta de sellado de las placas sea de un material poroso. En la placa de Arabidopsis que se muestra debajo se han dispuesto tres filas de semillas (unas 50 semillas por fila) que han germinado en la placa. La parte aérea verde de cada planta ha quedado arriba y la raíz de color blanco crece hacia abajo. Como se puede ver, la raíz de Arabidopsis es una principal de la que irán saliendo raíces laterales.


Desarrollo de Arabidopsis: De la semilla al fruto

Arabidopsis es una planta anual que completa su ciclo en un período corto, aunque existen variaciones entre cultivares. De este modo, la especie sobrevive mediante sus semillas durante la estación menos favorable. ¿Cómo son las semillas? Lo que más me llamó la atención cuando empecé a trabajar con Arabidopsis es lo pequeña que es la semilla, tal como un grano de azúcar. En la foto se pueden observar las semillas de color marrón comparadas con semillas de tomate, que nos son más conocidas.








Una vez que la semilla de Arabidopsis germina aparecen dos hojitas redondeadas más pequeñas que las hojas normales que conocemos como cotiledones (detalle en la foto siguiente), que son dos, y por ello Arabidopsis es una dicotiledónea. Desde la germinación Arabidopsis inicia su primer período de crecimiento, el crecimiento vegetativo.

En este período únicamente vamos a observar la aparición de hojas hasta que se forma una roseta de hojas que se van disponiendo en espiral. Las hojas que primero aparecieron, las más viejas, se encuentran en la parte basal y externa de la roseta, mientras que las más jóvenes ocupan la parte superior y central de la roseta. El estado de roseta se alcanza en cámara climática aproximadamente a las tres o cuatro semanas desde que la semilla germina. Este estado es muy interesante para nosotros ya que solemos analizar en él la respuesta de las plantas a numerosas condiciones de estrés tanto biótico como abiótico, tal como ya veremos.

Después del período vegetativo, y en respuesta a señales de origen tanto endógeno como exógeno, Arabidopsis inicia su segundo período de crecimiento, en este caso reproductivo, aprovechando los nutrientes acumulados en las hojas de la roseta. También podríamos decir, como en los pueblos, que la planta "se espiga". Es decir, aparece inicialmente un tallo que se forma por desarrollo del meristemo apical. Al final del tallo podemos observar las flores de color blanco y con cuatro pétalos, que son los órganos reproductivos. Arabidopsis es una especie autógama, es decir, las flores se autofecundan. Por ello, si deseamos cruzar dos cultivares entre sí hemos de hacerlo manualmente, retirando los seis estambres (que forman parte del órgano sexual masculino) presentes en las flores y frotando el estigma (que forma parte del órgano sexual femenino) con el polen de las anteras presentes en la planta con la que deseamos realizar el cruce. En el tallo principal también aparecen hojas (hojas caulinares) que tienen distinta forma que las hojas de la roseta basal, además de otras diferencias. Las hojas de la roseta son más elípticas, espatuladas y aserradas, mientras que las hojas caulinares son de bordes más paralelos, lanceoladas y sin peciolo. Los detalles se pueden apreciar en la figura siguiente. Posteriormente, salen más tallos de los propios meristemos axilares del tallo principal y de los meristemos axilares de las demás hojas basales.



Los frutos son muy característicos y se denominan silicuas. Externamente parecen vainas, si bien dentro tienen dos habitáculos separados por un septo. Las semillas se disponen a ambos lados del septo.
Podéis imaginaros el enredo que aparece en la bandeja de alveolos cuando se empiezan a mezclar los numerosos tallos que aparecen en cada planta. A fin de recolectar con comodidad individualmente las semillas de cada planta solemos entutorar todos esos tallos y esperar a que maduren todos los frutos. Cuando las silicuas están maduras realizamos la recolección de las semillas y, podemos empezar otra vez la historia.

Proceso de entutorado: Clavamos un palito de madera en la tierra y enrollamos en él todos los tallos de una misma planta sujetándolos con una cinta grapada o con un alambre flexible.

Hacemos lo mismo con todas las plantas distintas de la bandeja y esperamos a que maduren los frutos para recolectar las semillas.